Dale, te escribo.

Con la mudanza aparecieron muchas cosas. Algunas que no recordaba, otras que sabía que iban a aparecer y otras que bueno, no se calificar.

Pocha decía: "tenés que hacer limpieza al mudarte, lo que no usas hace mas de 1 año, a la mierda"
Pero me resultó imposible.
Cada vez que se da la situación de "hacer limpieza" pienso que eso que puedo tirar, sin duda, en 15 días lo voy a necesitar por algo. Y tenerlo sé que significa no necesitarlo.... raro, pero real.
Me da tranquilidad saber que todas esas cosas están ahí.

Y aparecieron las cajas de las cartas. Cartas viejas, viejas, viejas.
Cartas que nunca abrí porque no entendía la letra del emisor. Cartas que vinieron de lejos, otras no tanto. Cartas que se rompen de mirarlas de la cantidad de veces que las leí. Cartas que nunca mandé.

Y me quedé pensando en esto que también fuimos perdiendo. Esto de sentarnos, con un cuaderno o papel carta o pedacito de boleto y dedicarle un rato a alguien. Amores, amigos, hermanos, quien sea.

De puño y letra se ven otras cosas, se interpretan estados, tiempos, ánimos. El color que elegimos, la tinta, el tachar y volver a escribir, el mejorar la letra, el concentrarse en algo y dejarse llevar por los renglones hasta que la letra se convierta en un rulo interminable.

Extraño esa sensación de llegar a casa y encontrar que el cartero dejó un sobre, tocarlo y ver si es gordito, lo que implica que nos escribieron largo. Abrirlo teniendo cuidado de no cortar la estampilla y dedicarle ese rato a leer al otro.

Si, lo sé. Creo que internamente tengo más de 60 años y puedo pecar de nostálgica, pero nadie me puede negar que es mas lindo ver un sobre bajo la puerta que un número en la bandeja de entrada del e-mail.

Así que bueno, no se sorprendan si en algunos días ven sobres raros, de esos qua ya casi no se usan en sus buzones, es probable que empiece a desempolvar mi Parker y sus cartuchos de tinta, quedan muchas cosas por decir.