3.28.2011

Dramamine en la mesa 1


Este fin de semana nos fuimos para Serena.
El plan: alquilar tablas de surf y cabalgar las olas.
Después de ver más de mil veces a Patrick Swayze que entre asaltos y vuelos se metía mar adentro como quien camina por Corrientes, me convencí que eso era pan comido.

Quique se encargó de tramitar las tablas y los trajes, sacamos pasajes y salimos en busca del mar.

10 de la mañana, llega nuestro proveedor, en un Falcon muy gracioso con dos tablas demasiado grandes para mi gusto. Una celeste y otra rosa. Divinas. Gigantes…

Nos dejó dos trajes y una chaqueta. El mas chico de los trajes me daba dos vueltas, así que lo apalabramos para que nos traiga uno medida laucha para no hundirme en el primer intento.

Ya con todo lo necesario, cerca del medio día, arrancamos con las tablas en la cabeza el camino a la tierra prometida.

Una vez instalados en la arena, me agarró un poco de vergüenza. Todas las personas que estaban cerca con tablas, definitivamente sabían mucho, pero mucho más que yo del tema. Aun sin saber como ponerme el traje de neoprén, trataba de saber con que pierna se suponía que tenía que dirigir semejante planchuela.
Después de observar un rato largo el comportamiento de las personas que estaban internadas en el mar dando volteretas con sus pequeñas tablitas, nos pusimos los trajes y fuimos en busca de un lugar alejado de humanos a los cuales pudiéramos lastimar.

Lleguamos a la orilla (tarea no sencilla) y antes de poder dar dos pasos terminé atropellada por mi propia tabla y desparramada sobre 40 cm de agua.
Después de la carcajada, la pena propia y el golpe, me puse de pie y volví a intentarlo, esta vez con mejor resultado.

Logré pasar la rompiente, mucha brazada, rema que rema y llegué al fondo. Esa fue la sensación mas linda de todo el fin de semana, el estar sentada arriba de la tabla, mirando la costa desde lejos.

Después de un rato de sentirme en Point break y esperando que se asomara Keanu Reeves, me decidí a tratar de agarrar alguna ola. Me fui acercando a la rompiente y me aventuré.
No hace falta aclararles que terminé tragando agua, con los pelos descontrolados y la tabla a unos cuantos metros. Pero contenta.
Nuevamente empecé a remar, para agarrar otra. El resultado fue el mismo. Mas agua, mas arena, menos pelos.

Rema que te rema, pasé la rompiente y me quedé sentada cuando apareció mi peor enemigo, el mareo.
-         Yo: Quique, me parece que me mareé.
-         Quique: yo tengo un poco de mareo también.
-         Yo: si, estoy muy mareada…………………………………

Quique se fue a correr una ola y yo me quedé acostada en la tabla. Cerré los ojos y me dejé llevar.
Para cuando volví a mirar, estaba mar adentro, viendo la costa chiquita y con el mismo mareo de antes. Así que comencé a remar, rogando que alguna ola me revolee contra la costa y me deje quieta de una vez sobre tierra firme. Ya casi pensando en Tom Hanks y gritando WILSON mientras veía el acantilado, quedé revolcada mas veces de las esperadas, entre caracolas, algas, tabla y neopren.

Después del trago amargo y de un día a 3 metros mínimo del agua, opté por la tablita querida de telgopor, manuable, transportable, poco nociva y por sobre todas las cosas, pequeña.


3.23.2011

Una bandera que diga.....



No soy de las personas más salideras, mi vida social no es la más activa, pero al momento de elegir mi opción preferida son los recitales.

Fui a varios, muchos, pero nunca suficientes.
Con el correr de los años me fui poniendo un poco más exquisita ante algunas cosas.

A los 14 aguantaba colas interminables, escenarios que nunca veía salvo que las pantallas funcionaran. Realmente yo CREO que vi a los Guns, pero podría haber estado ahí arriba Pablito Ruiz corriendo en calzas y con peluca haciendo playback que yo ni me enteraba.  Pero yo estaba ahí y estaba chocha.
Lo mismo me pasó con la fiesta del reggae en el 94’ o Fito en el 95’……. Y varios más.

Nunca fui amante del pogo. No comprendo el gusto por estar transpirando literalmente codo a codo con gente que no conozco. Realmente, ¿que tiene de divertido empaparse de sudor ajeno, recibir golpes, tirones de pelo y escupitajos??? ¿Soy mas “fan” si salgo con mordiscones como le pasó a una conocida en el recital de Michael Jackson? ¿Soy más respetable si salgo en patas por haber perdido las zapatillas? Dejame de joder…..

Cuando los veintipocos se fueron convirtiendo en veintimuchos, ya mi paciencia ante la cola de 15 cuadras para entrar a River llegó a sus límites. Los festivales donde tocaban 4 bandas y la única que me interesaba tocaba al final, ya no me generaban mucha adrenalina y mi síndrome de ser pasillo en eventos populares ya dejó de causarme gracia.
Ya no me divertía que me pasen las banderas gigantes por arriba mientras por abajo tenía que esquivar patadas, ni el de la bengala loca que venía haciéndose camino con el chisporroteo sobre nuestras remeras, ni el cocacolero que indefectiblemente se paraba adelante mío para gritar “COCAAAAAAAAAAAAAAAAAA, AGUA, COCAAAAAAAAAAAAAAAAAA, AGUA, COCAAAAAAAAAAAAAAAAAA, AGUA”

Empecé a ir a mas recitales en teatros y menos estadios, acústicos antes que eléctricos y butaca o grada antes que de pie.
Si, me fue agarrando el viejazo sin lugar a dudas. Y cada tanto, cuando encuentro todas las entradas que guardo sin discriminar show, me da un poquito de nostalgia….

Eso de ir en colectivo todos apretados, caminando por las cercanías de la cancha, que la gente vaya cantando, que en el aire se respire la alegría, las apuestas sobre con que tema empiezan, que temas seguro tocan, que temas me niego a cantar solo porque los pasan en Fm hit, el momento mágico en que se apagan todas las luces y se siente un grito general y las cosquillas en la panza mientras suenan los primeros acordes………..

Parece que pasaron mil años…..  la pucha.